viernes, 28 de agosto de 2009

La muerte es ventajosa porque es sorpresiva. Viene y roba lo que uno da por sentado, quizá ese es el peor error del ser humano: dar las cosas por hechas, por recibidas contemplando el futuro como si fuera nuestro.
¿Dónde queda lo que vivimos? ¿A dónde se van los momentos por venir? Algo se quiebra, en el alma se queda una fisura por donde se escapa un poco de nuestra vida. Una parte de nosotros se va con quien se fue. El dolor es un silencio por lo incomprensible, por lo inaceptable, por lo injusto. Pero la muerte es el subconsciente de la vida, no tiene memoria, ni sentido del humor. Va acumulando razones y pasiones, de pronto aparece y el muerto es el primer sorprendido.
La muerte de alguien se vive de muchas formas, hoy ha sido un enfrentamiento con mi incapacidad de entender lo natural. Lo que debería ser comprendido, en el mejor de los casos, como una cita, se vuelve una emboscada alevosa.
Aquí ya no hay palabras, sino miradas atónitas, lágrimas que no se resignan, rezos por que Dios te ofrezca buen camino.
Eres la primera persona que me ha dolido y estoy seguro que ese honor lo hubieses cambiado por cualquier otra cosa, no cabe duda que la vida nos tiene reservado sólo imponderables. Allá la muerte enamorada, acá la vida desatenta, decía Miguel Hernández y ahora, como nunca, esa frase la firmo yo con las ganas de que llegues a buen puerto y de que tu familia tenga pronta resignación.
Adiós, amigo Juan Carlos.