jueves, 5 de julio de 2007

Por ahora que la muerte se olvide de mí




Yo no creía en Dios porque era joven. La lozanía de los veintes me cuidaba, la experiencia reciente de la adolescencia me daba la certeza del porvenir; de la muerte ya tenía noticias, pero yo no actuaba en esa farsa. Era como si estuviera señalado para vivir y beberme el jugo de la supremacía. Estaba vacunado contra todo.


Diez años después ya puedo contar de mi historia de amor furtivo con la muerte, un amor contrariado por los dos amantes -como los de los tiempo del cólera-: yo era candoroso y ella indiferente. No podía atenderme ni un instante, hasta que por fin me di por vencido, conocí a mi amor propio y la olvidé de manos de una terapeuta empática que consulté durante cinco años.


Hoy por hoy, la posibilidad de no existir es una perogrullada que no me enamora o La chancla que yo tiro no la vuelvo a levantar.


Encantado por mi hijo, ahora hago lo posible por pasar desapercibido a la atención de mi antigua enamorada, no vaya a ser que la jija... Ya hasta creo en Dios, quizá sea una cuestión de conveniencia, yo qué sé y, es más, ni quiero saber; pero por ahora estoy contento aquí con vida. Sí, ya tengo experiencias religiosas: me santiguo y aunque no voy a misa hablo con Dios. Cierto, no me contesta y estoy seguro de que no lo hará, en todo caso creo que en algún momento encontraré las palabras o las ideas que ando buscando (alcanzar la paz, le dicen algunos), y el día que me las escuche, el día en que me pueda ver de manera diafana, esa voz y esa imagen serán tan claras que pensaré que se trata de un mensaje divino.


Sea un proceso de comunicación con Dios o un trabajo de introspección profundo, el resultado ha sido poco a poco autoliberador, sigo siendo el mismo canalla pero con menos culpas y sin desvelos. Estoy listo para encontrarme con la cotidianidad y las amargas tardes de domingo sin la sonrisa idiota de un optimista, sino con el gesto autocomplaciente de quien sabe "que está mejor que cuando estaba peor."*


¡Vaya! Creo que Dios está aquí a mi lado. Silencio, por favor, que lo distraen... ¡Uff! Parece que ya se fue... Sí, ya no está aquí. Últimamente lo he sentido apesadumbrado.







*Frase atribuida a un analista político mexicano que sintetizó con esa idea lo que significaba para él lo transcurrido del sexenio foxista respecto de los anteriores 70 años priístas.