lunes, 28 de mayo de 2007

La niñez, etapa ligera.

Si alguien me preguntase a quién envidio más, respondería sin vacilar que a un niño, al que sea.

Ser niño es una experiencia vitalista basada en la alegría de haber vencido recién a la nada, de haber surgido triunfalmente de la tumba de lo que nunca fue ni será. El niño parece andar por la vida con la certeza de ser indestructible, hecho que aligera su existencia y promueve su libertad.

Los niños –y cuando digo niños incluyo a las niñas, retórica que no porque se fue Fox debemos perder- gastan sus lágrimas en concreciones no en desesperanzas. No malgastan su energía en nostalgias de lo que fue o no pudo ser, pues todo para ellos apenas será. Los niños nacen felices porque nacen vacíos de obsesiones, de vicios, de soledades y la curiosidad mueve su espíritu para llenarse de experiencias, imparciales juicios, nóveles perspectivas…

Envidio a los niños porque no le ponen condiciones a la vida. La bondad de estar vivo es un valor que pagan con sonrisas que provienen de la satisfacción y el regocijo de sí mismos.

Para los niños, ansiedad, felicidad o autoestima, por ejemplo, son palabras que ni asimilan ni cuestionan porque gozan de inmunidad frente a lo inexplicable, porque en la primera parte de la vida la cotidianeidad transcurre sola. No hay por qué parar, su catalizador no tiene voluntad, funciona y le pone al niño un sol cada día, una oportunidad de aprender que no pierden.

Alejados de los enredos de la adultez, los niños son personajes neutros que por sí mismos no toman partido. Ven, escuchan y padecen influencias, pero su ingenua razón no comprende de motivos ni intereses. La imaginación es su terreno; el juego, su vida. Son capaces de abstraerse de este mundo y de sí mismos con sus fantasías inofensivas: sus finitas guerras consisten en corretearse y gritar, sus balas se quedan en onomatopeyas. Los niños doctores cuentan con panaceas y muertes reversibles. Los lúdicos bomberos no padecen con su equipo. Supermercados sin precios, bancos sin comisiones. La vida sin bemol alguno es la de los niños.


Envidio a los niños porque no agotan su asombro, buscan, contemplan. Perciben. De ponérseles enfrente, aun el infortunio en su vida está cubierto por la máscara de la incomprensión, y si los malos ratos van formando en ellos fantasmas, al final del día su balanza cae con facilidad hacia la sonrisa y el ánimo. Al amanecer, el destino es todavía un camino seguro y transitable.



Los envidio porque su conciencia apenas comienza, aunque en algunos de ellos la realidad les produce fantasmas precoces e injustos que los invaden de miedos.

A ellos, a los que les tocó acelerar el paso y llegar a la madurez de un solo golpe, a los niños que trabajan; a los de la calle. A los que cuidan a sus hermanos; a los que sufren la violencia de sus padres, sus adicciones, sus rencores; a los sin amor, a los abandonados, a los infelices, a los hambrientos, a los que no tengo en mi lista de calamidades; a ellos, con ellos tenemos una deuda impagable. Pero individualmente podemos paliar el daño con el respeto a sus derechos, con sonrisas genuinas y gratuitas. Si les damos un lugar y una voz, y no una voz pública -eso le corresponde a las autoridades-, una voz así en lo corto, un oído, empatía (eso de ponerse en su lugar) estamos cumpliendo con una conveniencia moral y humana. Decirlo es infinitamente más sencillo que hacerlo, pero lleguen conciencias a buen puerto.


Sin remedio hemos dejado de ser niños, perdimos el contenido de la feliz irresponsabilidad y de la despreocupación en algún momento del proceso de vivir, ya nos hacemos cargo de nuestra vida adulta y todo ello significa algo completamente natural y sobrellevable para algunos, y motivo de desesperación y miedo para otros.

El hecho es irreparablemente así. Sin embargo, tengamos cuidado de no contaminar a un niño con nuestros enfoques. Nuestras aspiraciones no son las suyas. Nuestros fracasos no serán los suyos. Cumplamos simplemente con hacerles la vida ligera, pues en el peor de los escenarios ya les sobrará tiempo para atormentarse.

8 comentarios:

Salvatore dijo...

¿Qué les parece? Ahora tenemos a todo un purista y cuidadoso escritor elaborando su propio blog. Pues será un placer poder leer tus entradas.
¡¡Bienvenido a la bloggosfera!

Prometo que volveré con mucha más calma y tiempo a visitarte. Ahora son la una y diez de la mañana y ya mis ojos no me dan para más, después de que me fui a echar con mi esposa Los piratas del Caribe (hasta el fin del mundo), que por cierto me pareció muy entretenida y espectacular.

Un abrazo, y ¡enhorabuena!

La Ruta de los Olvidos dijo...

¡Bienvenido!, ya era hora que abrieras la cortina de la tienda de tus ideas y dejaras escapar a es "niñote" que llevas por dentro. Sí que eres un "niño con juguete nuevo". Nietzsche decía: "el viento empuja mi vela para navegar, no a la patria de mis padres, sino la de mis hijos, la que todavía no construyen. Allá quiero ir". ¡Sé feliz!, que nada cuesta, porque esa es nuestra verdadera felicidad: la de ver un niño feliz, la de nuestros hijos, que son prestados en esta vida.

Salvatore dijo...

Bueno, pues ahora sí ya me di tiempo de leer este conmovedor texto, que me parece una buena entrada al mundo de los blogs.

Como bien dijo alguna vez Balzac "¿Qué le pasó a ese brillante, inteligente y curioso ser humano que siendo niño era una maravilla, y al volverse adulto se tornó en estúpido, armargado y quejumbroso?"

No cabe duda que la mejor etapa de la vida de todo ser humano es la infancia, pues ahí se forjara el adulto que será después. Del buen desarrollo de esa etapa dependerán muchos de sus comportamientos futuros, así como sus aspiraciones y traumas.

Una era donde la capacidad de asombro y la apreciación de la belleza de la existencia en sí parace interminable. Me parece que lo peor que le puede pasar a cualquiera es perder precisamente esa capacidad de asombro ante lo bello y lo complejo que es la existencia. Como bien oí decir una vez a Evodio Escalante, el célebre crítico literario mexicano, "a fin de cuentas el ser escritor es permirtirte ser niño una vez más y compartir esa visión con el resto del mundo".

Me gustó mucho tu texto. Espero que hagas promoción de tu sitio, para que otras personas te conozcan de la mejor manera posible que es a través de las ideas y las palabras.

Loopz* dijo...

"La imaginación es su terreno; el juego, su vida".
En verdadque buen texto Mauricio,al igual que tú yo también envdio a esos pequeños que nada les importa más que jugar y soñar.
En verdad me gustó tu texto y más aún esa frase que puse al principio de mi comentario, es a primera vez que te leo y eso que fuiste mi profesor U_u
Espero poder seguirte leyendo y mantengas vivo este blogg!!!

Saludos de Guadalupe Maldonado López

Carlos López Praget dijo...

Es tan maravilloso lo que anotas de la niñez, aunque lo que propondría es que en lugar de usar la idea de la envidia logremos dar un regreso a ese estado de apertura y frescura que tan atinadamente describes.
Lo simpático de lo que escribes está se centra en que la niñez es la etapa en donde paulatinamente nos alejamos de la igualdad, es decir, todos iniciamos la vida siendo iguales, y a medida que como bebés vamos definiendo lo que somos, carácter, gustos, afirmaciones, etc., eso es alejarse de la igualdad, eso se llama negentropía, el niño es un ser negentrópico, porque nos alejamos de lo general y vamos perfeccionando lo especial, lo único, lo que cada quien podemos llegar a ser.
Perdón por ponerme tan técnico, pero me parece que esa es la magia de la niñez: el ser original, fresco, el total de la esperanza de vida.

planb-leadguitar dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
planb-leadguitar dijo...

Que tal..
Soy Aldo de tu clase de redaccion 2, y no tengo tu cometario, te dejo mi link para que puedas hacerlo.
Un cordial saludo

http://planb-guitar-write.blogspot.com

Anónimo dijo...

¡Qué tal maestro¡, le envio un coordial saludo. Una disculpa por escribirle mal mi dirección por eso ahora se la envio corregida:
wwwremandoentrepalbras.blogspot